lunes, 25 de enero de 2016

En ocasiones necesitamos un pequeño impulso. Otras veces es otro el que tiene que venir a empujarnos. No lo intentamos por miedo a que se cumpla una de las miles posibilidades que nuestra mente ha planeado durante horas, cuando realmente pocas veces pasa lo que nos estamos esperando. Evitamos arriesgar pensando que así reduciremos las posibilidades de que algo vaya mal, y cuando hacemos eso, nos estamos equivocando. Desperdiciamos lo aprendido por miedo, otra vez. Miedo a perder. Mientras nos quedamos en lo de siempre, ahogándonos en lo repetitivo de la monotonía. Permitiendo que nuestro tiempo aquí se convierta en un bucle de un mismo día. Buscando algo, alguien para culpar de las barreras que nosotros mismos nos hemos impuesto, por temer a un resultado que solo podríamos conocer de una forma. Destruyendo los muros. Dejando desvanecer el filtro. Al fin y al cabo, la felicidad es de aquellos que arriesgan a la vez que ignoran el terror de terminar en la miseria.
                                
                                         

No hay comentarios :

Publicar un comentario